viernes, agosto 28, 2009

Para Quinito, mi último nieto

 
Agosto  tiene  aroma a  yuyos   verdes
perfume  a yerba  buena
vientos  para los arboles   sin   hadas  
que  anuncian  hojas de organdí
 
Bellos pájaros  sin  tiempo
vuelan   para escribir    historias
 
Muy  pronto   las  campanas
suenan para   los que  escuchan
anunciando  canciones de  ronda
remontando      barriletes  carmesí
 
 
Pequeño   lucero,    desnudo     de   madrugadas
cobijare  tu   piel de ángel  con alas de celofán
para  que el  frio   no  haga  sombras
en  tus manos  tiernas  que  huelen a poesía
 
Niño,  candil de   aceite,  llama    ofrecida
uniré  mis manos a las  tuyas
Para que sean lazos  de    encuentros
cuando la noche se acuesta
 
Myrtha  Milella
10  de  agosto   2009

lunes, agosto 10, 2009

Manos

 
Las   manos   de  mi niña
eran  suaves
como  la  brisa
que atisba la luna.
Eran expresivas
de  palabras   que  volaban
cuando  las  soltaba
en  señal de  caricias.
Sus manos pintadas  de risas
abiertas
en  busca de   ramas
a  posar en ellas  su ternura.
Un enero   ardiente
estrujó sus  sueños
los  míos…
arrugando   en  ellas
un pañuelo  lleno de lágrimas.
Las  manos de mi niña
dormida
cruzadas    en  silencio
se    volvieron   paloma
para ser eternamente  alas.


Myrtha Milella

miércoles, agosto 05, 2009

Mi amado

Cuando   mi amado se  fue,  cerré la puerta 
y   enroscada   en el   suelo   lloré amargamente.
 
En   letras    de   marquesinas     
pasó  mi  vida  junto a  el,   imposible reemplazarlo    
nadie  me haría   concebir   ese amor que  horadada   las entrañas   
para saberme mujer.
 
Sin embargo un día, alguien   hizo sonar    la aldaba 
del   túnel de mi  silencio.   
Es   ella,   con cautela  la deje  pasar.
 
Nos  miramos a los  ojos   
y un rayo  de   comprensión  brillaron en los  nuestros.
 
Es   etérea,  perfecta,  una  túnica  de velos  alados la  cubrían. 
Sus manos   son suaves   y  tibias.  
Dejé    que     recorriera    el océano  vertical   de mi cuerpo   
 tratando   de   borrar    las   cicatrices  profundas   
donde el  verbo   arrebatado     
me humedecía    en noches de  luna   y  jazmines.
 
Un  susurro    tenue  e irreal   me  envolvió     
segura   en el laberinto  de mis  desprotegidas    oscuridades.
Aprendimos  a  vivir  unidas,  ya  no nos separamos.   
comprendí  que nacimos   una   para  la otra,   
porque  mi amiga   es fiel , atrapante,  solícita ,  
 juntas  recorremos  los rincones más   apartados   
de  mi  mundo circular.
 
No la dejo    escapar  porque es incapaz  de  hacerme  doler el  corazón , 
es  tan   insondable …
 
Muy  pronto aprendí   a quererla,   se llama    Soledad.
Myrtha Milella
Argentina, 2009