Tengo tanto desaliento al verte sentado majestuoso y arrogante en los estrados que perfilan el cinturón de mi morada, hasta pienso que no te abrazaré más, como aquellas tardes de hastío, cuando tu serenidad me arropaba dejando atrás la oscuridad de mi certeza.
Siempre te amé, desde el tiempo en que lamías mis senos incipientes y las aristas de mis curvas adolescentes, sintiendo la tibieza y el cobijo de tu traje de lluvia que adormecían mis espacios, que ahora duelen.
No se lo que pasó.
-¿Por qué te volviste loco?-. si mis brazos están siempre esperando los tuyos, junto al fluir de mi desamparo que no saben de orillas.
Me has herido, no solo a mi, también a las gaviotas que perdieron el crepúsculo junto a sus nidos, en el banco de arena.
Sin poder detener el furor de tu desliz , me unjo ante el manto de tus aguas, y te abro las puertas para que sin tropiezos, penetres en mi esencia, y te alejes, cuando hayas saciado los rincones de mi cuerpo, en madrugadas de preguntas.
Dejo una luz encendida ante la bruma de tu arrebato
En tanto... aguardo afuera.