Las manos de mi niña
eran suaves
como la brisa
que atisba la luna.
Eran expresivas
de palabras que volaban
cuando las soltaba
en señal de caricias.
Sus manos pintadas de risas
abiertas
en busca de ramas
a posar en ellas su ternura.
Un enero ardiente
estrujó sus sueños
los míos…
arrugando en ellas
un pañuelo lleno de lágrimas.
Las manos de mi niña
dormida
cruzadas en silencio
se volvieron paloma
para ser eternamente alas.Myrtha Milella
3 comentarios:
Hola me encantaria que pases por mi blog te llevaras un regalito besos grace
Querida Myrtha:
Quedé sin palabras al leer estos versos que trasuntan un dolor tan grande.
Imposible leerlo sin compartir la angustia.
Un abrazo inmenso
Martha
Lo que te dice Martha es cierto, y me auno a su comentario.
Bello, Julia
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